jueves, octubre 06, 2005

Meditaciones Harmónicas


Sentado Cortazar sobre un conejo gigante,
comenta con mi sombra, color verde espinaca,
que hoy encontró el cadáver del jilguero que se había comido el tiempo.

Lo tomó entre las manos y le dio anárquica sepultura.
Saltó sobre una pie tres veces y supuso que el jilguero ya había llegado al cielo.

Estuvimos un momento en el centro del mundo,
esperando que mi acuática personalidad aflorara, o en todo caso, acuatizara.
Bailando Tregua y Catála.

Arrancamos las patas de unas cuantas arañas y las pusimos en sobres de colores.

El sol empezó a cambiar de dirección y nos dimos cuenta,
de que era muy temprano para ser tarde y para dejar de pensar en ello,
porque el jilguero se había comido el tiempo.

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