Este es un cuento destinado a fallar. Sin inicio y sin final. Un cuento de cosas ordinarias, rutinas interrumpidas. Donde los protagonistas son sólo fantasmas entre los pasillos de un lugar común. Todo es luz, todo es visible. Todo menos este cuento.
Este es un instante que se repite solamente en la memoria de quien decide pensarlo, no a voces ni a gritos, en silencio, a puertas cerradas. Quizás incluso, mejor ni pensarlo.
Esta es una historia difícil de contar porque al final no tiene palabras. No tiene reflejo, ni sombra. Tiene un vestigio eléctrico de un recuerdo, de un sueño vacío, un pulso agonizante. Miradas furtivas entre otras miradas, debajo de los muebles donde habitan los fantasmas, entre el polvo y aquello que está destinado al olvido. El suelo, oscuro lienzo que aloja el paso de estos fantasmas solo repite canciones sin rumbo.
Es acá, donde nada llega y todo se va, acá, donde transcurre esta historia. Siempre.